En mis días de pensamientos suicidas, no hay nadie
más que yo y mis pensamientos negros, pensamientos sin esperanzas,
vacíos pero llenos de oscuridad.
No quiero vivir más así. Pero tampoco encuentro el valor para hacerlo: para ponerle fin a mi vida.
En mis días de pensamientos suicidas, tengo que sufrirlos apretando una almohada, como a punto de parir el alma que se niega a salir y me desplomo en llantos y debo comprender que solamente yo y nadie más que yo, deberá pasar por eso de la manera más cruel, luchar con la soledad que me abate noche y día y que me sigue a todos lados sin cesar.